martes, 15 de mayo de 2007

La batalla de Las Navas de Tolosa

El día 16 de julio del año 1212, a las faldas del Paso de Despeñaperros y a escasos cinco kilómetros de la villa de Santa Elena, tubo lugar una de las batallas mas cruentas y singulares de la Historia de España, la llamada Batalla de las Navas de Tolosa.

Cuentan los labriegos de la zona, que aún hoy, escarbando un poco, no resulta dificil hacerse con alguna de las armas que en la batalla se utilizaron. No se si la afirmación es exagerada, pero lo que si es cierto, es que muchos de estos labriegos han fabricado sus herramientas, del hierro de aquel armamento.

ANTECEDENTES DE LA BATALLA

Cuando el Califato de Córdoba se hundió, surgieron una pléyade de reyezuelos, que formaron los llamados Reinos de Taifas. Este hecho fue aprovechado por los reyes cristianos que avanzaron hasta conquistar Toledo, tras lo cual muchos de estos reyezuelos hubieron de prestar vasallaje a los señores castellanos.

Al otro lado del estrecho, en la parte de Africa que hoy forman fundamentalmente Marruecos y Mauritania, unos bereberes denominados Almorávides, tenían un poderoso imperio.

Los cada vez mas debiles reyes de taifas, muy presionados por los caballeros castellanos, no tuvieron mas remedio que pedir ayuda a los poderosos Almorávides del otro lado del estrecho, quienes en el año 1086 enviaron un poderoso ejercito que derrotó a los castellanos en la batalla de Sagrajas también llamada de Zalacas, población muy cercana a la actual Badajoz.

Pero viendo la singular riqueza de estas tierras, no dudaron en someter a quienes habían venido a socorrer y decidieron incorporar tan vasto territorio a su imperio. Sin embargo, pasado el tiempo, volvió la paz a estos lares, que lejos de seguir en sus conquistas, volvieron a fragmentarse en nuevas taifas, con lo que nuevos reyezuelos afloraron allende las fronteras cristianas.

Mientras tanto en el norte de Africa, un numeroso grupo de bereberes llamados almohades, se rebeló contra los almorávides cuyo poder estaba ya en franco retroceso. Los Almohades se impusieron a los Almorávides y formaron un nuevo imperio a cuya cabeza se erigió una nueva figura a quien denominaron como Principe de los Creyentes o Miramamolin, que no dudó en intervenir en lo que dieron en llamar Al-Andalus, es decir, España.


Reinaba en Castilla el rey Alfonso VII que también lo era de Galicia y de León, que no veía peligrar sus dominios ante la debilidad de los reinos de taifas. Sin embargo, el apoyo de los Almohades a éstos, le obligó a intervenir, batallando sin cesar y al regreso de la conquista de Almería, en el año 1147 cruzando Sierra Morena, en el Viso del Marqués, se murió.

Muerto el rey, los Almohades se hicieron fuertes. Habilmente atacaron Castilla y en Alarcos, en pleno Campo de Calatrava, hoy Ciudad Real, el nuevo rey Alfonso VIII, fue sonoramente derrotado.



Los Almohades instalaron sus fronteras a las puertas de Toledo y hostigaban constantemente a las tropas castellanas. Sin embargo, varios reveses en la política interior de los africanos, permitió que ambas huestes firmaran en el año 1197, una paz, por un periodo de diez años.

Los distintos reinos españoles siguieron a lo suyo, es decir, a pelearse entre ellos. Sin embargo, Castilla firmó una paz con León, lo que le permitió lanzar todas sus fuerzas contra el reinado de Sancho III el Fuerte, rey de Navarra, hasta que, resueltos sus problemas fronterizos, ambas partes firmaron una tregua.





LA REVANCHA

Una vez pacificadas sus fronteras del norte, Alfonso VIII, al que aún le picaba y mucho su derrota en Alarcos, decide fortificar su frontera por el sur, por lo que con la inestimable ayuda de unos monjes guerreros de Calatrava que se hacían llamar Freires, atravesó la frontera con la intención de atacar Jaén, lo que inevitablemente rompió la tregua con los Almohades que de inmediato se prepararon para la guerra.

Alfonso VIII tenía dos preocupaciones, la mas evidente era la inevitable guerra que se le venía encima contra el potente ejercito almohade, la otra era, el temor de que desguarnecidas sus fronteras por el norte, León y Navarra aprovecharan la ocasión para atacarle. Por ello, solicitó que el Papa declarara su guerra contra los Almohades como Cruzada, ya que, cualquiera que atacase sus territorios entonces, sería condenado a pena de excomunión. Y así fué. El Papa Inocencio III declaró la Cruzada y los reyes de León y Navarra se vieron obligados a respetar los territorios de Alfonso.

Mandaba entre los almohades el rey Al-Nasir, hijo de aquel otro que derrotó a Alfonso VIII en Alarcos. Este rey, es decir, Miramamolín de los almohades, era considerado por los suyos algo parecido a un super heroe. Tenía la fuerza y el vigor de sus 30 años. Era alto, rubio, de grandes ojos azules y muy inteligente. El único problema es que apenas hablaba, la razón de ello , es que era tartamudo, lo que unido a un aire mistico por sus profundos conocimientos del Corán, le otorgaba un aura de ser superior entre la comunidad mora.

No le fue pués, dificil, reclutar un poderosísimo ejercito presto a llegar hasta las mismas puertas de Roma si fuera preciso, para ello, al igual que las tropas cristianas llamaron al seguimiento de una Cruzada, el astuto moro, llamó a todos los mahometanos a la Guerra Santa y una vez reunidos todos, en febrero de 1211 partieron desde Marraquech con rumbo a la península ibérica.

En mayo, el poderoso ejercito del Miramamolín desembarcó en Tarifa, prosiguió hasta Sevilla donde formó su corte y puso sitio a la fortaleza de Salvatierra. Mientras, Alfonso VIII, avanzaba hasta el Mediterraneo pero procurandose alejar de las huestes del Miramamolín, dando unos cuantos coscorrones por tierras valencianas. Conquistada Salvatierra, Al-Nasir regresó a Sevilla a la par que Alfonso regresaba a Toledo para llorar la muerte de su hijo adolescente Fernando. LLegado el invierno, comenzó con los preparativos de la Cruzada.

Como la buenanueva de la Cruzada se difundió por todos los púlpitos de Europa, ya por la primavera de ese año, no pocos cruzados allende las fronteras se emborrachaban y pendenciaban por las calles de Toledo.

Entre los españoles, el primero en llegar fue el rey de Aragón Pedro II con sus 3.000 caballeros y su inagotable sequito de peones.

El astuto Al-Nasir, remontó el Guadalquivir y lejos de acudir en busqueda de los ejercitos cristianos, decidió que fueran ellos quienes hicieran el desgaste de venir a buscarle, mientras que él encontraba el mejor enclave para defenderse y atacar al ejercito cruzado.

El 20 de junio los cristianos partieron de Toledo en busca del ejercito moro. A la cabeza de todos el rey, y a su lado Diego Lopez de Haro, su comandante en jefe. Así iniciaban el tedio de la larga marcha hacia la batalla, tan solo rota con algún que otro divertimento, como cuando el 25 de julio al paso por Malagón, atacaron la población degollando de paso a todo ser viviente que por allí se encontraron, demostrando de paso también, que el degüello era el deporte nacional de aquellos maravillosos años que se dieron en llamar Edad Media.

LLegados al Guadiana, conocieron uno de los primeros inventos guerreros de la historia, la versión retro de las minas antipersonales, los llamados abrojos. Estos eran unos mecanismos de hierro de cuatro afiladas puntas que se clavaban en los pies de las personas y de los caballos lo que les hacia terribles heridas que les inutilizaba para el combate. Pese a ello, las fuerzas cristianas llegaron hasta tierras de Calatrava.

Toda la tropa de nuevo se empezó a frotar las manos, ya que, estando como estaba Calatrava en poder de las fuerzas Almohades, su conquista era evidente, lo que traería de nuevo, la diversión del degüello, violación de las mujeres, saltos sin paracaidas desde las torres del castillo y alguna que otra hoguera donde hacer fritanga de moro. Sin embargo, el rey Alfonso, que quería a toda costa salvaguardar las fuerzas y la tropa, parlamentó con el jefe de la fortaleza, Abu Qadis, llegando al acuerdo de salvar sus vidas a cambió de abandonar Calatrava.

Viendo que no había diversión, la mayoría de los "cruzados profesionales", fundamentalmente los No Comunitarios y los No Residentes, abandonaron la causa y se dieron la vuelta. O degollina o al paro y al no haber masacre, tomaron las de Villadiego y volvieron a sus lugares allende los Pirineos. Mas de un tercio del ejercito de los cruzados abandonaron la causa.

Sin embargo, no todo iban a ser penas para el rey Alfonso, la sorpresa fue mayuscula cuando el rey de Navarra Sancho el Fuerte le mandó 200 caballeros bien entrenados y armados hasta los dientes dispuestos a morir, eso si, a ser posible, matando moros.

Pero Al-Nasir no se inmutaba, ya asentado al otro lado del desfiladero en las hoy tierras de Andalucía, esperaba tranquilo al ejercito de los cruzados en el llamado desfiladero de La Losa, un lugar prácticamente inexpugnable.

Y así resultaron las cosas, el día 13 de julio los ejercitos ya ocupaban sus respectivas posiciones. Bien apostado en terreno confortable y de un lado de La Losa, esperaba el ejercito moro, en frente, al otro lado del desfiladero, en terreno poco propicio e incomodo, el ejercito cristiano.

La situación era dificil para los cristianos, ya que si se aventuraban a cruzar el desfiladero de La Losa, serían facilmente diezmados al atravesar tan angosto paraje. La carnicería estaba asegurada de no encontrar otro camino hacia la batalla.

El rey Alfonso, que había previsto esta batalla como su revancha personal por lo ocurrido en Alarcos, se desesperaba mientras sus consejeros comenzaban a hablar de retirada...

EL PASTORCILLO

De repente, un pastor se presentó ante Alfonso, decía conocer un paso no vigilado por los moros y que les pondría en un pis pas del otro lado del desfiladero. Lopez de Haro y un destacamento, mosqueados pero inquietos, se aventuraron junto al pastor por los desfiladeros que éste comenzó a mostrarles. LLegaron hasta el lugar denominado Mesa del Rey, donde acamparon e hicieron llamar al resto del ejercito. Hay quien dice que el pastor era la aparición de San Isidro, otros le ponen nombre, Martín Halaja, pero sea como fuere, lo cierto es que su intervención dió un giro inexperado a la inminente batalla.

Camino que enseñó el pastor al ejercito cristiano (en rojo)

LA BATALLA

Ahora los dos ejercitos estaban uno frente al otro, era la mañana del día 16 de julio. Aquella mañana, mas bien de madrugada, el ejercito cristiano estaba dividido en tres partes muy diferenciadas. En el centro, las tropas de Alfonso VIII de Castilla, a su derecha las de Pedro II de Aragón y a su izquierda las de Sancho el Fuerte de Navarra. Los tres cuerpos del ejercito habían sido reforzados con tropas castellanas, lo que daba un aspecto compacto y homogeneo a toda la formación. Estaba claro que el cuerpo central, comandado por Diego Lopez de Haro, sería el que soportaría el mayor peso de la batalla y que los dos flancos le apoyarían. Mientras tanto, el rey Alfonso permanecería en retaguardia a la espera para atacar.

El ejercito almohade también se componía de tres cuerpos diferenciados, aunque dispuestos de diferente forma. En la vanguardia del ejercito, su tropa ligera, después, el grueso del ejercito compuesto casi en su totalidad por voluntarios unidos a la llamada de la Guerra Santa y en la retaguardia las tropas de élite almohades de donde sobresalía la tienda roja de Al-Nasir, que se encontraría leyendo El Corán para pedir a Alá su intercesión en tan feroz batalla.

Custodiando al caudillo moro, una ingente multitud de voluntarios, atados entre sí por los muslos y semienterrados hasta la cintura, armados de picas, hondas y arcos, formaban la linea de defensa de su comandante en jefe.

La táctica de Al-Nasir era muy simple. Primero atacarían sus tropas ligeras que provocarían el repliege de los cristianos. Seguidamente se lanzarían en masa toda la horda de fanáticos que pretendían ganarse la vida eterna con la Guerra Santa. De este modo, los cristianos se ensañarían con esta plebe y se cansarían al correr tras de la morería que obviamente se batiría en retirada, abandonando además sus posiciones de batalla, lo que aprovecharían las tropas de élite almohades para entrar en batalla y aprovechandose del desconcierto cristiano vencer al enemigo. Por si las moscas, si parte del ejercito cristiano llegará hasta las cercanías de Al-Nasir, serían repelidos por la formidable guardia mora que fuertemente armados y sin posibilidad de huida actuarian como un potente muro de contención.

Diego López de Haro, notable caballero y uno de los derrotados en Alarcos, había sido abandonado por su esposa, mujer mas o menos tirando a ligerita de cascos, por lo que cuando su hijo le advirtió con aquel "Padre que no me llamen hijo de traidor y recupereis la honra perida en Alarcos" éste le respondió, "Os llamarán hijo de puta, pero nunca hijo de traidor" a lo que su hijo le prometió "Sereis guardado por mí como nunca padre lo fue de ningún hijo, y en el nombre de Dios, entremos en batalla cuando vos dispongais"

Los cristianos, que habían aprendido mucho de las tácticas usadas en Siria por los cruzados en sus batallas contra los turcos, no cayeron en la trampa. A todo galope chocaron contra la tropa ligera de los moros, pero no se detuvieron en batallar, despues golpearon frontalmente contra la masa destinada a ser carne de batalla, pero siguieron adelante hasta percutir contra el grueso de la élite almohade. La batalla era desigual, ya que, los almohades eran mucho mas poderosos frente al ejercito que les llegaba encima, desorganizado por los encuentros anteriores y muy fatigados por el largo cabalgar. Esto motivó el contraataque de los almohades, pero Diego López de Haro, flanqueado por su valiente hijo, resistieron el empuje, hasta que casi todo parecía ya perdido.

Este era el momento que el rey Alfonso había esperado. De pronto, miró al arzobispo de Toledo que estaba a su lado y le dijo, "Arzobispo, vos y yo, aquí morimos" y dicho ésto, lanzó a su ejercito de retaguardia a la carga.

La carga, al unísono de los tres reyes, provistos de caballería pesada, avanzó hasta la guardia de Al-Nasir, Sancho el Fuerte fue el primero en romper las cadenas y cruzar las lineas enemigas, razón por la que estas cadenas se incorporaron al Escudo de Navarra, le siguieron los demás y la batalla en ese punto no termino hasta la muerte del ultimo de los guardianes, ya que, ni uno sólo de ellos se rindió.

Las tropas cristianas habían alcanzado el campamento del Miramamolín. La caballería pesada de los cristianos no pudo ser parada en ningún momento por las tropas moras. La batalla fue cruel y solo aquellos moros que consiguieron huir no fueron pasados a degüello.

Pero los cristianos no se conformaron con haber ganado la batalla, dieron persecución a quienes huían matandoles en el acto, incluso a aquellos que se habían subido en las encinas para evitar su suerte, eran alcanzados y lanceados hasta caer muertos al suelo.

Después comenzó el saqueo del campamento enemigo. Los religiosos dieron un Te Deum en el mismo campo de batalla y después de ocupar el campamento, procedieron al entierro de sus muertos, mientras que los cuerpos de los sarracenos fueron abandonados para ser pasto de alimañas. Y asi estuvieron durante dos noches y un día hasta que como consecuencia del hedor de la putrefacción, levantaron el campamento y lo llevaron mas hacia el sur, y ya de paso, conquistaron los campamentos de Vilches, Baños y Tolosa, donde volvió a reinar la diversión y esos momentos divertidos que solo dan el degüello y la masacre. LLegados despues hasta Baeza, encontraron la población abandonada, por lo que, después de incendiar su Mezquita, se dirigieron a Úbeda, ciudad llena de refugiados. Como era domingo, respetaron el Día del Señor sin atacar, pero al día siguiente, 23 de julio, toda su ira y saña se desplomó contra la fortificación de la ciudad. Abrieron un brecha e invadieron la misma. Los moros se refugiaron entonces en otra fortificación, pero en previsión de lo que les iba a pasar, propusieron un rescate, la cifra de la que hablaron los cristianos era de un millón de maravedíes, algo imposible para la morería. Pero mientras acercaban posiciones en el valor de la cifra a pagar, los eclesiásticos que les acompañaban hicieron saber que estaba prohibido realizar cualquier trato con infieles, según los ideales de la cruzada, por lo que rotas las negociaciones, toda la morería fue pasada a degüello, es decir, la algaravía habitual.

LA VUELTA A LA NORMALIDAD

Parecía como si la conquista de toda Andalucía fuera posible. Sin embargo, la falta de higiene, el calor y el agotamiento, desataron una epidemia de disentería, lo que hizo que se desistiera de emprender mayores conquistas, por lo que cubiertos de gloria y riquezas, los cruzados volvieron a tierras de Castilla.

El rey Alfonso, entró triunfante en Toledo y aprovechó la ocasión para congraciarse con sus vecinos, los reyes de León y Navarra. Pero su mayor logro es que ahora la frontera de Castilla se ubicaba en Sierra Morena mientras que el vasto imperio almohade se derrumbaba.

Dos años después, Al-Nasir que había abdicado en su hijo, moría envenenado en Marraquech. Apenas cuatro meses después moria Alfonso VIII, Pedro II de Aragón, defendió la causa Cátara y murió en la defensa del castillo de Muret, un año después. Tan sólo Sancho el Fuerte, rey de Navarra les sobrevivió durante bastantes años más, ya que, 22 años después, allá por el año 1234, expiraba en su palacio de Tudela.

Con el moría el último adalid de la Batalla de las Navas de Tolosa.

Alfonso VIII, rey de Castilla, Pedro II, rey de Aragón y Sancho el Fuerte, rey de Navarra



Dedicado a Recaredo, que me escribió indicandome su pasión por esta parte de la Historia de España

1 comentario:

INASEQUIBLE AL DESALIENTO dijo...

Enhorabuena por el artículo y, sobre todo, gracias por dedicar tu tiempo a recordar una de las gestas heroicas más importantes de nuestra historia...historia que hoy es silenciada, ridiculizada y manipulada.