viernes, 20 de abril de 2007

ERZSÉBET BÁTHORY

Ya casi nadie recuerda su nombre, pero en los alrededores del Castillo de Csejthe, donde vivía, cuando alguien lo pronuncia, hoy, en el siglo XXI, cuatrocientos años después de su muerte, los lugareños huyen aterrados.

Erzsébet, "la bebedora de sangre", como la conocen por su pueblo, es el nombre de una aristócrata nacida en Hungría, en el año de 1560, en la localidad de Byrbathor, Transilvania.

Sin embargo, el lugar ha cambiado de nombre y de nacionalidad, lo que fuera Csejthe, hoy es Csachtitz y ya no es Hungria sino Eslovaquia, y el castillo unas cuantas ruinas, que aún sobrecogen y llenan de impresión.

La Condesa Sangrienta, es el nombre por el que ha pasado a la Historia. No era una mujer mal parecida, por lo que a los once años, no costó a sus padres acordar su casamiento con el conde Ferencz Nádasdy de diecisite años, un joven perteneciente a una de las familias mas poderosas de Hungría.

El Conde Nádasdy, pese a haber sido educado en el refinamiento y la cultura por parte de sus padres, se debatía entre dos poderosos dilemas, ir a matar turcos o que se los trajeran para matarlos en casa. En el siglo XVI, éste debía de ser el deporte mas popular en su tierra, lo que convirtió a este estilado deportista en un heroe local, hasta tal punto de ser apodado como "El señor Negro" que queda muy fino, pero que da una ligera idea de lo pirado que estaba.

Esta fue la primera influencia de Erzsébet en su vida, pero como consecuencia de las constantes ausencias de su esposo, su educación pasó a manos de la madre de Ferencz, es decir su suegra, de nombre Orsolya, quien al comprobar la terrible mala leche de la nuera, no dudó en aplicar mano dura y firme con la nena.

Durante cuatro años recibe una ferrea educación y cuando se la considera una autentica damita, permiten el casorio. La juerga del acontecimiento duró la friolera de un mes, siendo tan excesivos los demanes que al poco murio Orsolya, muriendo con ella la poca escasa influencia positiva que había recibido.

Efectivamente, ya que la mano dura de la suegra granjeó en toda la comarca una leyenda de condesa refinada y dama exquisita para nuestra condesa, algo que le vendría muy bien en sus futuros planes.

Y lo cierto es que los jovenes esposos se llevaron bastante bien. Incluso ella le enviaba misivas a las guerras donde intervenía, con gran preocupación por su feliz regreso. En una de ellas le decia que para volver a casa sano y salvo, debía golpear con un palo blanco a una gallina negra hasta matarla, la sangre resultante debía verterla sobre el enemigo, y si éste no se encontrara a mano, en algun ropaje que pudiera pertenecerle, asegurando que de este modo, el enemigo no podría causarle daño.

El caso es que o bien Ferencz no la hizo caso o no encontró el palo blanco, o la gallina negra, que en una de sus frecuentes batallas, la espichó, dejando viuda para siempre a Erzsébet.

La viuda hizo lo que cualquier viuda, es decir, refugiarse en la familia, que no dudaron en acogerla y abrirla los brazos, ya que la viudedad la había dejado con dieciseis castillos en Hungría, un Palacio en Viena y una inmensa fortuna.

Los angelitos encargados de darle consuelo y por lo tanto consejo y abrigo, desgraciadamente para ella son la peor panda de locos jamas reunidos juntos en una familia.

Su hermano, István, un sádico asesino junto con un tio suyo del mismo nombre, que era principe de Transilvania y que en pleno Agosto se vestia con abrigos de piel y se hacia deslizar con un trineo por las calles del pueblo que había mandado cubrir de nieve, qué, como no había, cubrían de arena blanca...

O Gábor, un primo hermano que presumía de ser irresistible para las mujeres y se pasaba el día violando a su propia hermana...

O su primo Segismundo que casado con María Cristina de Austria no podía parar de aullar cuando se le acercaba su esposa...

Y sobretodo su tía Klara, bisexual y sádica y por encima de cualquier otra condición ninfómana, tres atributos que se encargó de inculcar en nuestra condesa de manera adecuada y firme.

Erzsébet estaba aquejada de tremendas jaquecas. Nada le quitaba el terrible dolor de cabeza que éstas le proporcionaban, nada excepto hacer llamar a una doncella un pelín rolliza, desnudarla y meterla un bocao en cualquier trozo de sus carnes, masticandolo mientras la criada soltaba toda clase de alaridos.

Debió resultar, cuanto menos tétrico, para los vecinos escuchar los alaridos de ambas en el calor de la noche.

Y un día empezó a envejecer. Con la aparición de las primeras arruguitas, acudió a una de sus brujas favoritas que la indicó un remedio infalible para que éstas desaparecieran, bañarse en la sangre de doncellas rubias, bellas, jovenes y virgenes.

Entonces el Castillo se convirtió en un autentico salón de muerte. Con la excusa de inculcar maneras refinadas a jovenes de la comarca, toda mujer venida a sus dominios desaparecía para siempre.

Pero matando y matando, Erzsébet se encontro de bruces con el inmenso placer que le proporcionaba matar, pero torturando a sus victimas. Por eso, contrató a Darvulia, con quien construyó en los sotanos del Castillo una cámara de torturas.

Juntas inventaron la llamada "Dama de Hierro", una especie de muñeca hinchable, pero de lata, que tenía la virtud de clavar a sus victimas, puñales y ganchos, mientras a la vez la penetraban hierros al rojo vivo mientras un canalillo recogía la sangre de las pobres que tenían el fatal honor de sufrir su abrazo.

Con la sangre se daba baños y también la bebía, todo por conservar su juventud. Pero como las arrugas seguían apareciendo, presentó una reclamación formal a las brujas que le habían recomendado el tratamiento. Éstas le explicaros el motivo del fracaso, la sangre de las campesinas era de baja calidad, por lo que habría de procurarse doncellas pertenecientes a la nobleza.

Y así lo hizo, organizó una reunión tipo Avón llama en su castillo, con la promesa de dar un cursillo intensivo entre jovenes nobles, sobre buenos modales y saber estar.

25 incautas acudieron a la cita que perecieron ese mismo día.

Si los campesinos callaban, los nobles no lo hicieron y reclamaron a sus hijas, llegando el asunto a oidos del rey, que naturalmente intervino.

Envió por sorpresa a sus soldados, su secretario y algunos nobles mas al castillo. Lo que alli encontraron les llenó de pavor, cientos de mujeres muertas, cadaveres torturados a los que les habían cortado dedos y pezones, una mujer agonizante que les contó como la habían quemado el púbis, recipientes con sangre reseca, manchas de sangre en todas las paredes y en una diminuta celda, algunas jovenes, que al modo de ganado en matadero, esperaban su turno para ser sacrificadas.

La noble estirpe de Erzébet la libró de morir decapitada. Sin embargo, fue condenada a morir emparedada. Para ello tapiaron una minúscula habitación a la que dejaron sin luz y sin nada que la calentara. Tan solo dejaron una infima ventana por la que la malalimentaron hasta que cuatro años después, la noche del 21 de agosto de 1614 se murió.

Su carcelero envió una escueta nota al rey: "Esta noche ha muerto la condesa, sola y abandonada de todos". Sin embargo ella nunca se arrepintió, siempre dijo no entender la condena ya que mantuvo poder hacer lo que hizo, por ser un ser superior...

Hoy sin embargo, algunos historiadores han visto en toda esta historia un ambicioso plan del rey Matyas II de Hungria para obtener por la fuerza los bienes heredados de su difunto marido. Y aseguran que toda esta historia es inventada. Nunca lo sabremos, pero choca encontrar de pronto, mientras en Hungría se revisa su caso, que ya muchos la consideran una heroina nacional.


4 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Esta no era familia de de la vogue?...

El Asomado dijo...

Tan mala?....noooooo. Obviamente de la Vogue es peor, muuuuuuucho peor

Anónimo dijo...

Lo de "Avon llama a su castillo" a tenido su punto.
Sentido del humor, no te falta, no.
Besos.
Mamen.

William Manney dijo...

Buen post jejeje, ¿no te interesaría un puesto de administrador en MAZP MAX? XDDD

En fin, es normal que en todos los países existan políticos ineptos e incompetentes sólo hay que echar una vista huidiza hacia sus antepasados y salir despavorido.

Yo tenía un tatarabuelo en Soria que después de bañarse, salía en pelotas al balcón a secarse, era muy querido en el pueblo, juassss

Todos tenemos algún zumbado en nuestro árbol genealógico, sino buscad y vereís. ¡Ah! Y no olvideís contárnoslo, jeje.